Por Ornella
Comienza la clase con un comentario nostálgico de Juan Pablo que hace alusión a una ronda que alguna vez se había formado. Luego seguimos con la asignación tediosa del cronista. Momento de silencio, en el que Verónica dice que no está siendo una propuesta que motive, que habría que venderla, y agrega: “¡Qué bueno que es hacer una crónica!” a lo que le responden “¡Hacela!”, propuesta a la que otro compañero se suma y propone que Verónica y Juan Pablo hagan una crónica. Juan Pablo responde, un tanto tenso, diciendo que podría ser pero que hoy no, o que si, pero que igual se iban a designar tres cronistas. Me propongo, avisando que no tenía ganas de hacerlo (actitud que se fue modificando a lo largo de la clase) y luego dos chicas más se suman.
Juan Pablo pregunta qué hacer, propone leer la crónica, pero una compañera dice que le gustaría hablar del parcial y la jornada, palabra que ante su mención despliega algo así como un “Ooohh…” y un barullo generalizado, situación graciosa o es que yo andaba risueña. Plantea que el aviso del parcial la sorprendió, que es muy estructurado y muy pautado, con muchos requisitos. En relación a la jornada se comenta que es de 9 a 13, y dos compañeras presentan una situación con respecto al horario. Se plantean dudas acerca de en qué consiste, Verónica responde que es una jornada de experiencia grupal, pensando al cuerpo como una herramienta para el psicólogo. (Que así como suena me parece interesante, pero no sé si en la práctica lo va a ser tanto) Otra compañera pregunta ¿Es cierto que te hacen gatear? Lo que produce risas y Juan Pablo contesta que no va a obligar a nadie a gatear, pero que si, que hay quienes gatean. En relación a la jornada una compañera que ya había cursado, cuenta que ya fue a la experiencia. Y otra le insiste a que cuente, y lo que me quedó de lo que dijo fue que la cursada cambió después de la experiencia, cosa que me resultó interesante y me generó más expectativas sobre la jornada. La misma compañera insiste en saber algo más, a lo que Juan Pablo responde que el dispositivo es igual que en la cursada, que no hay nada pautado. Y otro agrega: “Nos vamos a tocar, está bueno”, Juan Pablo repite esto al modo de un eco.
(¿Esperando alguna repercusión?)
Continuamos con el tema del parcial. Juan Pablo cuenta que hay que entregarlo en papel y por mail. Acuerda que tiene un montón de puntos, que es estructurado, ambicioso y que hay expectativas por su parte de leer los trabajos. Y cuenta que se basa en pensar clínicamente lo sucedido en clase, de esta experiencia. Alguien dice que resultó raro el parcial por la modalidad de la materia y de pronto un mail con unas consignas que piden márgenes, letra de tamaño específico, etc. Que merecía un comentario. Que llamó la atención. Se pregunta si hay otras sensaciones, y alguien agrega que está bueno porque habitualmente no tenemos pautas al momento de entregar formalmente un trabajo. (Con lo que no estoy de acuerdo) Se continúa con este tema, Verónica opina que hizo ruido en relación a como venía la cursada. A lo que Juan Pablo agrega: “Ah! entonces, ¿Era serio?” y concuerda con lo riguroso de las consignas. Se habla sobre que se generó como un contraste, y que todo esto evidentemente tiene un sentido, que hasta ahora veníamos a hablar boludeces. Que produjo impacto porque no se había hablado del tema y de repente cae un mail. También se agrega que el modo de presentación era esperable porque es un documento, que al ser la materia tan dinámica (o algo así) pareciera que no, pero que en fin tiene un trasfondo teórico. Alguien agrega que es complicado articular cualquier concepto. Porque todavía no termina de comprender, porque todavía está peleándose, en su cabeza, por uno de los tantos conceptos. Que si, que la subjetividad, la grupalidad, pero que el va a responder a partir de lo que el cree que es, (cuestión que me remite a algo que intenté buscar en ese momento en un texto que no recordaba cual era, y que no encontré), que no va a forzar ninguna relación. Y luego de la reiterativa idea de no lectura, Juan Pablo agrega que por suerte el parcial nos va a hacer leer, lo que va a permitir trabajar distinto en clase. Y acá dice estar perdido, propone leer la crónica. Verónica dice que se había remitido a la clase anterior (en algún momento que no registré porque estaba hablando) y que tenía ganas de leerla.
Comienza la lectura de una de las crónicas. Se interrumpe para preguntar a quien la escribió sobre lo que había llamado su atención. Se hace un comentario sobre el blog, algo que se había producido, en relación a grupo y agrupamiento, que no tiene mucha repercusión en el momento porque se mezcla con el tema de algunos que no podíamos hacer comentarios en el blog. Surge la idea de que hay alguien que sube cosas al mismo. Un compañero hace una pregunta: ¿Cómo te llamas “especialista en Ulloa”? y la especialista dice llamarse Marianela. Se continúa con la crónica, durante la cual hay gente que charla, gente que escucha, gente que asiente con ciertas frases. Se termina la lectura y se producen miradas (que registro por primera vez o miradas que miran por primera vez) y silencio. Se dice que las tres crónicas fueron muy distintas, y hay quienes dijeron no encontrar cosas diferentes. Una de las cronistas expresa su dificultad por registrar ciertas cosas por el hecho de no ver a quien hablaba.
Una compañera obliga a otro de los cronistas a leer lo que escribió. Comienza la lectura, momento en el que hay gente que escucha, gente que bosteza, gente que ríe con determinadas ideas, gente que charla, gente que asiente, gente que registra y gente que vaya a saber uno dónde se encuentra.
Se propone recordar los nombres para no estigmatizar, y chistes en relación a esto. Juan Pablo pregunta por ciertas caras que hubo mientras se leía la crónica. Y surge lo bueno de la crónica que suponía estados en nosotros, y una compañera agrega que le pasó que sentía que estaba en la crónica (me pareció un re buen efecto), que organizaba lo no-claro de la clase. Alguien expresa otra vez (a lo largo de la cursada) que por primera vez leyó antes de ir a clase. Que resulta llamativo que cada uno registre cosas distintas, que es genial, con lo que muchos acuerdan. Se retoma la pregunta sobre el aburrimiento. Surge el tema del goce, deseo y placer y de algo que no se volvía placentero, que no comprendí. Me perdí.
Se vuelve al tema de los nombres, y alguien propone ponernos cartelitos produciendo emoción en alguien cercano a mí y me da gracia. Se dice que es complicado, pero que sería necesario saber quién dijo qué cosa, porque si no se queda en el se dijo, se escuchó, son voces, son compañeros. También surge la idea de la dificultad de registrar todo. Juan Pablo interviene subrayando el surgimiento del interés por el nombre del otro, “antes nos chupaba un huevo”. Se dan opiniones respecto de registrar los nombres habitualmente o no. Aparece la idea de que cada uno se presente, hay quienes están de acuerdo y los que no, se hacen esperar para expresar su desacuerdo. A mí, particularmente no me parecía, pero me resultaba interesante lo que ocurría. Surge la duda de ¿Qué decir en la presentación? ¿Cómo seria? ¿Qué habría que decir? Alguien propone barrio y colegio como en Feliz Domingo, risas pero no tantas, se estaba generando tensión con el tema. También se propone decir de dónde somos. Alguien preguntaría: ¿Por qué elegiste la carrera? Que desata quilombo con un ¡No! rotundo. Alguien dice que fue hace mucho tiempo, que es muy largo de explicar y que ya no tiene sentido, que ya no se recuerdan los motivos. Juan Pablo agrega que el venir a la facultad es elegir cada vez.
Habla entonces alguien en oposición a la idea de la presentación, dudando sobre el objetivo, si era para conocernos, si era terapia de grupo (fantasmita que a esta altura me pudre un poco) cuál seria el fin de la historia, si realmente es necesario, ¿qué cambiaria?, pregunta que torna interesante el momento y que me intriga cual sería su respuesta. Alguien dice que en definitiva en las crónicas solo se diferencia a Verónica y a Juan Pablo. También por la necesidad de saber con qué criterio cada uno habla, y se lleva la situación de no saber quien habla, al momento de mencionar a autores, que era necesaria la precisión. No era una cuestión de hacerse amigos, o sí. Surge también la idea de que en la crónica no tendrían que aparecer los nombres de quien habla, sino el acontecer (comparto, por lo que no puse nombres a quien hablaba, salvo los de Verónica y Juan Pablo). Hay quienes no están de acuerdo, porque dicen que se sentirían bien siendo nombrados en una crónica (o algo así). Alguien dice que hay gente que no conoce, que sostiene cursos, y como se nota en la oración, no comprendí. Juan Pablo toma a Riviere, quien supondría que en un grupo los integrantes tienen una mutua representación mental de sus miembros. Creo que dice algo así como que si uno no sabe quien dijo lo que dijo, ¿qué imagen puede formarse? Verónica dice algo en relación al ser nombrado. También alguien dice algo de señalarse entre ellos que no comprendí. Que es un recuerdo de las situaciones, quedan las caras, pero el nombre es importante. Surge el interés más allá de la crónica. Se propone que cada uno haga una pregunta al otro.
En ese momento se presenta Alexis. (Y me pregunto cómo todo llevó a esta situación que se parece más a un juego que torna la situación divertida) alguien le pregunta de donde es. Un compañero le dice a otro que quiere saber su nombre. Contesta Ulises y escucho un ¡Guaauu! que llama la atención de todos, ¿qué pasó? Risas y más risas. Otra compañera hace una enumeración un tanto rara de los nombres que recuerda, me da risa, parece un juego de memoria. Y aparece Juan Pablo cuestionando si tiene o no sentido, dirigiéndose hacia alguien por el nombre, pero equivocándose en el mismo. Y afirma entonces el sin sentido.
Una compañera dice que en relación al significado de grupo ella considera que no pensamos como grupo, que no se produce una opinión general (o algo así) que está cada uno con lo que opina, lo que cree sin intentar pensar en grupo (el “Yo creo” aparece de nuevo, lo que me hace buscar nuevamente la frase que había leído)
En el momento en que busco, me pierdo una secuencia en la que se interroga al cronista de la clase anterior, me pierdo una parte pero llego a escuchar que Juan Pablo le pregunta qué le paso mientras cronicaba, a lo que responde que nada, que estaba concentrado en registrar todo. No le creo, me parece que aun registrando uno sigue pensando y sintiendo los efectos de lo que los demás dicen. (Incluso capaz que más)
Un compañero habla sobre un texto, lo recomienda, que hace referencia a una película, que lamento no haber registrado.
Se habla de Lewkowicz y del concepto de situación, en donde una compañera dice que lo que interesa es poder habitarla, no interesan los nombres, que no le encuentra la finalidad a la presentación. Y alguien le contesta que es algo que está bueno, que no tiene una función con un fin, sólo para saber. Se toman los conceptos de acontecimiento, suceso y despliegue.
No sé en relación a qué, Juan Pablo dice que seríamos observadores, que no habría situación.
Alguien compara la presentación con lo sucedido con la formación de la ronda de la primera clase, que sus efectos fueron después, las miradas, el verse, y que podría pasar lo mismo con la presentación. Y otra expresa que presentándose y hablando de uno se cambia la función de la clase, aparece la idea (de nuevo) de que no íbamos a hablar de uno. Idea que no comparto. Otro opina que es para saber quién opina y no sé de qué manera alguien pide: ¡Respuestas! Se dice que sólo interesan los alumnos de quinto año, que la presentación pinta más a boludeo. Juan Pablo interroga si sería impertinente. Otra vez me perdí. Aparece la idea de que la presentación serviría para trabajar grupalmente.
Un compañero realiza una pregunta en relación a si es necesario que se produzca acontecimiento para que haya una situación nueva. Aparece la idea de orden cuestionada, como que no sería algo que se despliega. La pregunta hecha a Juan Pablo la redirige, aclarando que va a contestarla, para saber si comprendíamos y si nos lo preguntábamos. Da su opinión y al finalizar aclara que sólo puede decir eso, “más no sé”, actitud que me gustó.
Se habla sobre la pesadez de la facultad, si es posible en este contexto generar situación, (o algo así) que puede haber quien esté pensando en por qué comerse esta clase, y que sólo la conexión de puntos hacen la situación.
Juan Pablo le pregunta a una compañera por dónde anda, y ella responde que está dormida y ante la insistencia de quien preguntó, responde un tanto evasiva e impersonal que me dio la idea de un no estar.
Se habla sobre el acontecimiento. Alguien pregunta: ¿Cómo pasamos de la presentación a acontecimiento? Juan Pablo se sorprende que alguien haya dicho “el tema que íbamos a hablar hoy” diciendo que en definitiva no hay temas predeterminados. Y agrega que nos perdemos en muchos momentos (me identifico y se ve en la crónica) que hay cosas que se pierden (o algo así) preguntándose si se debe a un clima rápido, muy cambiante, que también nos aburrimos cuando hablamos de los textos, que se hablan muchas cosas. Verónica retoma lo que una compañera dijo en relación a que no dice lo que piensa porque rápidamente lo que otro dice lleva para otro lado lo que se venía diciendo y que trata de entenderlo y que le lleva tiempo. Y la compañera dice que hacer un corte incomoda. A lo que Juan Pablo le dice: “¡Incomodá!”. Y Verónica trae a no sé que autor que dice que para pensar problemas hay que sostener la incomodidad. (Me pareció buenísimo) Juan Pablo retoma lo de la velocidad y en la nada que quedo la presentación, cosa que le parece curiosa.
Alguien comienza con la presentación nuevamente, y al no responder de nadie, dice no tener convocatoria.
Y esto que sigue solo a modo de recordatorio para la buena convivencia y por como se fueron relajando las cosas y cada uno puso de lo suyo, hablando de uno, incluso quien creía que no se debía hacer eso en clase: Es Natalí, no Natali ni Natalia; Sabina, no Sabrina ni como Joaquín; Marianela, que considera importante ser y que sepamos que es de Brandsen; Ivana, la administradora del Blog; Rocío, la que diciente; Natalia, a la que se le apaga la tele y que escucha voces; Clara o Carla como alguien la re-bautizó. En este momento se retira un grupo de gente. Y continúan las presentaciones: Gabriela, quien al presentarse se siente más parte del grupo, con más identidad y dice algo en relación al padecimiento del anonimato (o eso entendí); Magdalena, la que tiene vergüenza al hablar (con quien me identifico) le genera ansiedad y se pone colorada (comentario que me generó mucha ternura); Ana, no Anabela, a quien le cuesta callarse cuando piensa algo; Cintia, a la que le cuesta hablar y se queda con las ganas de decir lo que piensa (situación que también me identifica), Carolina, no Ana como la nombran en la lista de asistencia. Momentos que merecían ser registrados, porque daban cuenta del relajamiento y confianza de parte del grupo.
Se habla del apellido en relación a que se conocen los apellidos pero no las caras, y que es muy impersonal. También se retoma el tema de como Juan Pablo toma asistencia, nombre primero, apellido después, lo que llamó la atención en el primer practico.
Silencio.
Juan Pablo en relación al posible olvido de todos los nombres, trae la cuestión que para existir para otro habría que hacer algo. (Que ahora que lo paso me remite a algo que Corea decía)
Una compañera cuenta en la situación que se encuentra habitualmente en relación a que siempre la ubican pero que ella no ubica.
Sin saber si alguien lo dijo o yo lo sentí, (aunque también las dos juntas pueden ser ciertas) tengo escrito en mi hoja: “Me siento cómoda aún en el silencio”
Surge el tema del grupo y de la idea de que uno tendría que dejar la identidad dentro de él, y algo en relación a, algo así como una crítica al grupo, que no tratamos de pensar en conjunto, no intentamos pensar todos juntos. Juan Pablo toma a Anzieu con respecto a ansiedades y la idea de que el grupo te va a comer.
Se recomienda bibliografía: 12 y 13 del bloque I y 4, 11,12 del bloque II.
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